Esta noticia no es nueva, sin embargo es un ejemplo de cómo (no) se aplica el principio de precaución en la industria cosmética (sí chicos, incluyendo geles, desodorantes y toallitas húmedas). ¿Podría pasar lo mismo con otras sustancias peligrosas?
¿Qué son los parabenos?
Son conservantes sintéticos utilizados en productos cosméticos (también en productos alimenticios, medicamentos y productos de hogar, como ambientadores) que tienen agua y otras sustancias que los hacen propensos a la proliferación de microorganismos en ellos.
Los más comunes según la FDA (U. S. Food and Drug Administration) son: metilparabeno, propilparabeno y el butilparabeno.
También los puedes ver nombrados como hydroxy benzoate (ya que son ésteres del ácido p-hidroxibenzoico), o en las etiquetas de desodorantes, champús, cremas, geles, etc. como methylparaben, propylparaben, butylparaben, o benzylparaben.
¿Por qué ahora las empresas los están retirando de la formulación de sus productos?
En 2004, la doctora Darbre y su equipo de la Universidad de Reading, publicaron que habían hallado parabenos en muestras de tejido de tumores de seno. Este estudio fue muy discutido, ya que no comparaba los niveles de parabenos del tejido del seno con otros tejidos del cuerpo o con tejido sano, además no identificaba si los parabenos eran de origen cosmético (en este caso desodorantes) u otro.
Aunque el estudio de Darbre no probaba que los parabenos causaran el cáncer, un mensaje de alarma, amplificado por quienes no saben leer un estudio científico, llegó a los consumidores.
Los estudios de terapia de sustitución hormonal ya habían establecido una relación entre los estrógenos y el cancer de mama, ya que éstos tienen la capacidad de fomentar el crecimiento de esas células cancerosas. Y como existen similitudes funcionales entre los parabenos y los estrógeneos, se sospechaba que estos compuestos artificiales podían estar actuando como hormonas favoreciendo el desarrollo de tumores. Además, otros estudios mostraron que los parabenos podían afectar a la producción de esperma y testosterona.
En esta revisión tenéis un compendio de los estudios hechos hasta 2008. En ella se comentan las propiedades y el rol de sustitución hormonal de los parabenos, sus efectos reproductivos, las relaciones que pueden tener con el cancer de piel y si son capaces de dañar el ADN. Se concluye, entre otras cosas, que sí está demostrado que los parabenos pueden entrar en el sistema circulatorio humano con una sola aplicación en la piel y que, su uso es tan extenso e intenso en la sociedad, que hacen falta más estudios sobre su acumulación y efectos, así como un análisis de los riesgos.
Sin embargo, los parabenos no están prohibidos, en Europa es legal utilizarlos sin sobrepasar unas concentraciones. Ni el Instituto Nacional del Cáncer ni la FDA están al tanto de que haya una comprobación científica conclusiva de que el uso de parabenos en los cosméticos cause cáncer de mama.
Ha sido el revuelo generado por estos estudios y el escepticismo público el que ha llevado a las empresas a retirar los parabenos de sus productos por motivos de imagen, para recuperar la confianza de los consumidores.
Otras sustancias polémicas
Como el artículo se me está quedando largo y lo que quiero es centrar la polémica en la siguiente sección, solamente voy a enumerar algunas sustancias que puedes leer en las etiquetas y que están en el punto de mira por sus efectos sobre la salud. En realidad estamos hablando de familias de compuestos, por lo que dentro de cada una puede que ya se hayan dado casos de compuestos prohibidos o retirados. Las describiré en futuras entradas.
- Compuestos policíclicos, como el tonalide (AHTN) y el galaxonide (HHCD).
- Almizcles sintéticos, los grandes desconocidos, porque forman parte de la fórmula secreta de los perfumes que puede llegar a ser muy compleja, aunque se resuma con la palabra parfum en la etiqueta.
- Ftalatos, como el Diethyl Phthalate (DEP), Diethyl Hexyl Phthalate (DEHP), Dibutyl Phthalate (DBT), Benzyl Buthyl Phthalate (BBP). Como se usan en la composición de los aromas, a veces ni siquiera salen en la etiqueta.
- Nitrosaminas, no salen en la etiqueta porque se generan cuando el producto ya está hecho, a partir de otros ingredientes que lo componen, por ejemplo triethanolamine + bronopol.
- Compuestos orgánicos halogenados (COH), como el methyldibromoglutaronitrile (Euxyl K 400) o el 5-Chloro-2-(2,4-dichlorophenoxy)phenol.
- Derivados del formaldehído, como diazolidinyl urea, 2-bromo-2-nitropropane-1,3-diol, 5-bromo-5-nitro-1,3-dioxane...
- Polietilenglicoles (PEG)
- Sales de aluminio. Los desodorantes que las contienen están empezando a ser rechazados de forma parecida a como sucedió con los parabenos, basándose en que pueden causar efectos hormonales.
Prevenir en vez de lamentar
Cuando no se sabe en qué medida una sustancia perjudica la salud, el "beneficio de la duda" puede actuar en favor del mercado pero en contra de la salud pública.
En el año 2000 en Niza, el Consejo Europeo estableció el principio de precaución que dice que cuando una evaluación pluridisciplinar, contradictoria, independiente y transparente, realizada sobre la base de datos disponibles, no permite concluir con certeza sobre un cierto nivel de riesgo, entonces las medidas de gestión del riesgo deben ser tomadas sobre la base de una apreciación política que determine el nivel de protección buscado.
Podríamos pensar que este principio nos ampara del uso de sustancias poco estudiadas, pero leamos dos veces. ¿Existen en todos los casos evaluaciones independientes y transparentes sobre los efectos de cada una de las sustancias que componen los cosméticos? ¿Y sobre su efecto conjunto? ¿Son abundantes o escasos los datos disponibles?
De nuevo, que existan pocos datos, ensayos o pruebas puede actuar en favor de la industria cosmética pero en contra de la salud de los consumidores. Si no existen datos que contradigan un ensayo, si no existen evaluaciones pluridisciplinares, independientes y transparentes, entonces no hay por qué tomar medidas de gestión del riesgo. Y cuando se toman, se basan en políticas que intentan adoptar las soluciones menos restrictivas para el mercado.
Esa falta de datos y transparencia se produce porque son las propias empresas cosméticas las que realizan los estudios toxicológicos de sus productos. Y se usan -por ahora- alrededor de 12.500 ingredientes en la elaboración de esos productos. La comprobación de estos estudios o el avance de investigaciones realizadas por entes independientes, universidades u organizaciones sin ánimo de lucro es un proceso más largo y engorroso que siempre va a la zaga del vertiginoso funcionamiento de los laboratorios cosméticos en los que la industria invierte millones de euros y de los que saca cientos de productos cada temporada para satisfacer nuestra demanda de novedad e innovación.
Además, generalmente la toxicidad de las sustancias cosméticas se evalúa individualmente y no estudiando su interacción con otras, que puede producir sinergias, es decir tener efectos que superan o son diferentes a la suma de los efectos individuales.
En general los productores de cosméticos pueden usar cualquier ingrediente que elijan basándose en sus propios ensayos, excepto algunos pocos ingredientes prohibidos por ley. La FDA, por ejemplo, no regula los cosméticos, son las compañías las que tienen la responsabilidad legal de asegurar que sus productos son seguros.
La normativa europea tiene unas exigencias parecidas: son las empresas las que deben hacer las pruebas toxicológicas antes de distribuir un producto e incluirlas en un "expediente de información del producto" que se remite a las autoridades competentes. Por lo tanto la comercialización de productos cosméticos no se basa en ensayos independientes, sino en que las empresas cumplan unas normas. Y las cumplen. El problema es que ese conjunto de normas no garantiza nuestra salud hasta que no existen pruebas contundentes en contra.
Pero a las grandes empresas no les interesa tanto nuestra salud como nos quieren hacer creer, se conforman con que sus productos nos produzcan una sensación agradable y resultados a corto plazo para que los volvamos a elegir y compremos más.
Los efectos dañinos, sin embargo, se muestran a medio y largo plazo y por eso son difíciles de asociar a una sustancia o producto (más aun si esos efectos se producen por una interacción que ni siquiera está estudiada). También hay que tener en cuenta la visibilidad o facilidad de detección de determinados efectos: un sarpullido se ve enseguida, pero la proliferación de células cancerosas no.
Puede que como consumidores seamos confiados porque no estemos acostumbrados al "culpable hasta que se demuestre lo contrario" o que nos encomendemos a unos mecanismos de protección de la salud que no están bien refinados y que dejan muchos factores en manos de la industria.
Si ellos no toman precauciones ¿qué precauciones puedo tomar yo?
Una buena medida es mantenerse informado, pero resulta muy difícil atender a toda la información que inunda nuestro día a día -por falta de tiempo- y más difícil aun es filtrarla o ser críticos con ella -por falta de formación-.
Así que tenemos que recurrir a principios simples y fáciles de utilizar. Hay personas que sólo usan productos fabricados con ingredientes naturales (la naturaleza está llena de químicos, pero al menos éstos están más estudiados), otras buscan en internet u otros medios cada uno de los ingredientes que aparecen en la etiqueta del producto que van a usar.
Elegir productos con el menor número de ingredientes facilita mucho esta tarea. Así como reducir el número de cosméticos que utilizamos. Quédate con los imprescindibles y luego investiga sobre ellos. Valora los riesgos frente a los beneficios que te ofrecen y si no estás convencido sobre un producto busca alternativas.
También es recomendable evitar los productos con perfumes o fragancias sintéticas, porque su composición no aparece en la etiqueta y por tanto no se puede investigar.
Recuerda que las alternativas no solamente son otros productos con formulaciones diferentes, sino también hábitos y prácticas diarias que te pueden ayudar a utilizar menos lo que creías que era imprescindible o incluso hacer que sea innecesario. Este tipo de hábitos no son fáciles, pero son coherentes con una vida sana. Por ejemplo, comer bien y dormir es bueno para la piel, si lo haces cada día no sólo tendrás una cara radiante y tardarán más en salirte arrugas, sino que estarás más sano en general. Sin embargo, ¿qué nos venden las marcas?: cremas antifatiga, para que no se note que "te has portado mal". Porque en esta vida tan ajetreada no puedes evitar ser insano... ¿o sí? Y si no quieres evitarlo, ¿crees de verdad que una crema o un champú lo van a arreglar?
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¿Más? ¡No, por favor, para ya!
Bueno, en realidad muchas cosas se han quedado en el aire o no están bien explicadas, así que espero vuestros comentarios. ¿Crees que la gente es confiada o escéptica con la industria cosmética? ¿Y tú? ¿Cómo eliges los cosméticos que utilizas? ¿Te preocupan los parabenos u otras sustancias sintéticas? ¿Podrías prescindir de algún cosmético u optar por alternativas? ¿Qué tipos de cosméticos no utilizas?
Resumenes de los primeros estudios de la doctora Darbre (Universidad de Reading) relacionando parabenos y cáncer de mama (inglés):
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Imágenes: Sioni Lopez; zcool.com.cn
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