20 de mayo de 2015

El juego de Diógenes: Semana 2. Las excusas


Esta semana han caído 77 objetos en total como parte de este reto al que yo llamo juego, aunque es muy serio. Al principio es fácil elegir entre algo de lo que no te importa desprenderte y algo que todavía tienes la esperanza de utilizar de nuevo o por primera vez. Pero luego tienes que elegir entre cosas que quieres conservar. A continuación comento las dificultades con las que me he encontrado y lo que he sacado en claro.


¿Por qué y cómo?

A parte de reducir el desorden que produce tener muchos enredos, y el tiempo que tardo en ordenar y limpiar, otro de mis objetivos al desprenderme de estas cosas es averiguar lo que realmente necesito y lo que no, centrarme en tener cosas que quiero utilizar y que tengo tiempo de utilizar.

¿Qué hago entonces con las cosas que me sobran? Lo más rápido es tirarlas al contenedor. Pero yo no puedo hacer eso en todos los casos. En el anterior post sobre este tema, ya dije que me daba remordimiento producir residuos. No quiero convertir todas estas cosas -algunas nuevas- en residuos, lo que me gustaría es que otras personas pudieran aprovecharlas. La pregunta no es sólo “¿tirar o conservar?”, sino también “¿tirar, arreglar, donar o vender?” Y entonces surgen las excusas.

Las excusas

Estas son las principales excusas a las que me enfrento o a las que puedes enfrentarte tú si decides hacer este reto.

Podría hacerme falta algún día 
En este caso hay que preguntarse, ¿lo he usado alguna vez en el último año, en los últimos seis meses? Hay cosas que sólo se usan una vez al año -como el árbol de navidad- o durante una temporada concreta y por eso no los estoy usando ahora. Otros son muy necesarios en momentos puntuales-como las herramientas-, pero afortunadamente también puedo pedirlas prestadas. Hay que discernir entre cosas que se usan llegado el momento y cosas que, llegado el momento, ni me acuerdo que tenía.

Podría empezar a usarlo a partir de ahora
Tengo delante algo que a lo mejor hace años que no utilizo, pero de repente se me ocurren cosas que hacer con él o me apetece darle otra oportunidad. Pero, ¿qué actividades me mantienen ocupada en la actualidad? ¿Siendo realista, tengo tiempo para usar ese objeto? ¿Si no es así, puedo o quiero dejar de hacer algo de lo que hago ahora para usar ese objeto en su lugar? Estas preguntas hay que plantearlas nuevamente cada vez que surge otro objeto de “segunda oportunidad”, sobre todo si ya acepté “salvar” uno anteriormente.

Esto me costó un dinero
Si ya está amortizado, entonces no debe preocuparme tanto el dinero que costó, pues cumplió su misión. Si no lo usé mucho y no lo estoy usando, entonces ha sido dinero mal invertido. Fue un error, en la vida son habituales. Pero retener una cosa que no uso, que en realidad no quiero usar o a la que prefiero no dedicar tiempo, es cometer un error nuevo.

Otra aspecto de esta excusa es querer recuperar el dinero que me costó o conseguir un buen precio por su venta. Pero eso sólo va a retrasar mi objetivo principal.

Me costó esfuerzo hacerlo/conseguirlo
La reflexión es muy parecida al caso anterior, solamente que esta vez me planteo si el esfuerzo ha merecido la pena. Si mereció la pena no veo por qué no voy a poder desprenderme de ese objeto: cumplió su misión y ahora necesito espacio para seguir creciendo. Si no mereció la pena, me doy cuenta de que debo dirigir mejor mis esfuerzos. Deshacerme del objeto es una forma de sellar esa intención; dicen que si escuece es que está curando.

Se puede arreglar
Si está roto y no lo he arreglado ya es porque no necesito usarlo o he encontrado otra cosa que lo sustituye. Una vez claro esto, ¿qué voy a ganar por el tiempo empleado en la reparación? Además si no sé arreglarlo, primero tengo que aprender. Esto puede ser interesante, pero ¿acaso no tengo ya una lista de cosas interesantes que hacer? ¿Es realista respecto al tiempo del que dispongo? Conclusión: donarlo y que lo arregle otra persona a la que le compense más que a mí.

Fue un regalo
Esto puede ser un poco polémico y a lo mejor no lo trato con la delicadeza que se merece. Unos regalos se hacen por aprecio o afecto y otros se hacen por compromiso. Si es un regalo por compromiso el dilema no es tan importante. Tal vez esa persona ni siquiera pensó en si ese regalo te podía resultar útil, y por tanto no se ha fijado en si lo has usado. Si es así, no se dará cuenta de que ya no lo conservas.

Si el regalo es de una persona que te aprecia o te quiere, se supone que ha intentado regalarte algo que necesitas o que pueda agradarte o enriquecerte -aunque a veces fallan, pero con buena voluntad-. Ahora ese regalo ya no te hace falta, está impidiendo que hagas espacio físico, mental y temporal a otras cosas que te importan más. Si alguien se molesta es importante explicar los motivos detrás de tu decisión, es algo bueno para ti y que esa persona lo entienda también es un regalo.

Es un recuerdo
Muchas cosas nos recuerdan a algo, aunque en estos momentos nos resulten completamente inútiles. Me he cruzado con alguna y he relegado la decisión para luego, pero creo que cuando llegue el momento (que seguramente será en los próximos días), me quedaré con aquello que realmente me inspire o añada belleza a mi entorno actual. No tiene que tener una utilidad práctica, puede ser estética si realmente la valoro. El resto de recuerdos -sólo los buenos- pueden conservarse con una foto del objeto.

Me lo acabo de comprar
Estos son los que me hacen sentir más ridícula. Me doy cuenta de mi impulsividad y de cómo puede ser que una cosa que quería conseguir signifique nada en mi vida tan pronto. A parte del mero pensamiento de aferrarme a ese objeto y de no pasar por la vergüenza de reconocer que adquirí algo para nada, no hay ningún otro motivo que justifique conservarlo. La cuestión es ¿quiero seguir cometiendo el error de conservar eso y dedicarle espacio a algo que antes o después tiraré?

Pensamientos que pueden ayudar

  • Otra persona puede aprovecharlo mucho mejor que yo.
  • Puede ser un buen regalo.
  • Podría sacar algo de dinero por él.
  • El espacio que ocupa puedo usarlo para algo que me importa más o simplemente para estar más cómoda teniendo una visión menos saturada de mi casa.
  • Cuanto menos objetos tenga, más fácilmente encontraré y usaré los que me hacen falta.
  • Cuanto menos objetos tenga, más fácil le resultará a otra persona hacerse cargo de mi espacio en caso de necesidad.
  • He tenido que estar ordenando esto durante años y no quiero seguir ordenándolo más.
  • Siento que no sé lo que no tengo y lo que sí, mi mente sólo puede pensar en un número limitado de objetos.
Para algunos de estos pensamientos -especialmente los tres primeros- hay que tener muy presente que el objetivo es desprenderse de los objetos seleccionados. La parte de nuestro cerebro que se apega a ellos puede confundirnos con múltiples artimañas: conseguir un buen precio, esperar indefinidamente a la persona adecuada que lo quiera, dejarlo para luego, reconsiderar su utilidad… 

Se puede recurrir a los otros pensamientos para combatir esas tendencias: cuanto antes te desprendas del objeto, antes podrás disfrutar de las ventajas del espacio, la liberación mental, la comodidad, la rapidez al ordenar… Por lo tanto, hay que establecer plazos concretos para sacar esos objetos de casa definitivamente.

Hoy empieza una nueva semana

15 objetos menos hoy, 16 mañana... Al final de la semana sumarán 126 objetos. Chungo. Así que, como siempre, acepto sugerencias. ¿Se te ocurren otras formas de enfrentarse a las excusas? ¿Qué te motiva a desprenderte de lo que no te hace falta?

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